martes, 14 de febrero de 2012

Breve Inicial

A veces, las pequeñas cosas, los detalles, se convierten en el peso del mundo.

Como tantos otros milagros y maldiciones cotidianas, es más fácil que ocurra de noche. En la oscuridad, sólo vemos lo que tenemos más cerca, de la mano y del corazón.

Durante un breve instante, es imposible oír nada más. Tal vez unos latidos, el silbido de la nada. El suave eco pasado de unas risas. El leve choque de una lágrima contra el suelo de ese largo pasillo a través de un laberinto que todos recorremos. La cicatriz de un dolor. El palpitar de una ausencia.


A veces, logramos ser Atlas durante ese instante. A veces.

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